lunes, 27 de agosto de 2018

Nonna.


Todavía me parece irreal. Una pesadilla. Algo que no puedo entender.


El pasado lunes 16 de julio empezó todo. Te internaron para hacerte unos estudios. Tenías la panza muy hinchada, te dolía y no te sentías bien. Yo te había visto el anterior fin de semana y estabas muy bien, aunque me habías comentado que te había dolido un poco la panza. No parecía algo relevante. Pero la sensación no se fue, y aquel lunes 16 te internaron. Al principio solo iban a hacerte algunos estudios y nada más. Pero los días pasaban y el alta médica no llegaba. 
Descubrieron que tenías el hígado complicado, y eso hacía que el sistema circulatorio (el transporte de sangre y oxigeno del cuerpo) esté perjudicado también. A lo pocos días te pasaron a terapia intensiva. Te vi llena de cables, pinchada por todos lados, sin fuerzas, sin ganas de nada. No prendías la tele que tenías en la habitación (eso fue una señal de alarma), pero lo peor de todo fue verte tan distinta. Siempre fuiste coqueta, seductora, fuerte, activa, alegre, divertida... Y aquella que estaba internada no eras vos. Era una versión muy distinta. Eras vos, tratando de aferrarte a la vida, pero muy cansada. 

Traté de ir a verte seguido, por lo menos día por medio. Esas dos semanas me sentí detenida en el tiempo. Como en una burbuja. Pensaba en vos cada segundo, no podía hacer otra cosa. En mi mente siempre estabas presente. Traté de prepararme para lo que se venía.
"Se está apagando de a poco", nos dijo un día el médico. Y así era.
Las veces que fui a visitarte muchas palabras no me decías, pero se que te hacia bien que vaya. Los últimos días no mantenías mucho tiempo los ojos abiertos. La realidad es que si el oxigeno y la sangre no circulan bien, el corazón se debilita. Lo sorprendente es lo rápido que se desencadenó todo. 
Vos estabas muy lúcida, como siempre. Sabías que estabas complicada, y aunque por momentos pensabas que ibas a salir de esto, en el fondo sabías que estaba todo muy difícil. 

El viernes 27 de julio te vi por última vez. Fuimos muchas personas a visitarte ese día, pero vos ya casi no abrías los ojos. Estabas cansada de pelearla, me di cuenta. Me puso tan triste verte así... Ese día el médico le había dicho a papá que era cuestión de horas: "No va a pasar del fin de semana", dijo. A veces los médicos se equivocan. Pero esta vez fue así, tal cual. Y yo lo sentí. 
Salí de la clínica angustiada como nunca. Caminé sola por la Avenida Acoyte con taquicardia, sintiendo que me ahogaba. Tuve que parar para calmarme. Sabia, estaba segura, que ese era el último día que te iba a ver. Y así fue.
Al día siguiente, sábado, ya no abriste los ojos. Te estaban dando Morfina, tu corazón ya no daba más. Papá te fue a ver. Me contó que te movías pero no te despertabas. Estabas totalmente dormida.
Yo había planificado ir a verte el domingo 29 a la mañana. Ibamos a encontrarnos con papá. Ese día me levanté, me vestí, y al rato me llegó el mensaje que nunca hubiese querído escuchar: Te habías ido. No se adonde, pero ya no estabas más acá. 
Me fui rápido para la clínica. Cuando llegué me dijeron: "Te estábamos esperando, por si querías despedirte..." No tenía mucha claridad mental en ese momento, pero creo que decidí lo correcto. Decidí no verte así. Ya me había impresionado mucho los últimos días. Prefería quedarme con otra imagen tuya.
Al otro día fue la "despedida" en el cementerio de Chacarita. Cuando vi el cajón me quebré. Ahí me di cuenta de que no te iba a ver nunca más. No iba a poder charlar con vos nunca más. No iba a poder visitarte nunca más. No ibas a cocinarme tus ricas pastas nunca más. No ibas a hacerme reir nunca más. 

Pasó todo muy rápido. Solo fueron dos semanas de internación.
Por un lado, pienso que fue lo mejor: Siendo como eras vos, no ibas a soportar estar postrada en la cama por mucho tiempo. De hecho, creo que te diste cuenta de esto y decidiste, de algún modo, acelerar el proceso y que no se transforme en agonía.
Por otro lado.. No tuve mucho tiempo para despedirte. No recuerdo si en los últimos días que te vi te dije "te quiero mucho". Pero creo que lo sabías.

Siempre vas a ocupar un lugar especial en mí. Parte de lo que soy es gracias a vos. Por lo presente que estuviste siempre en mi vida, por tirarte al piso a jugar conmigo cuando era chiquita, por tu carácter, por tu personalidad, por tu contagiosa alegría, por tu energía y por tu sangre Tana.
Espero que te hayas ido sabiendo eso. Y que hayas sentido todo nuestro amor.

En dos días se cumple un mes de tu partida y todavía es todo muy reciente. Y aunque no llore seguido, sigo sintiendo tristeza y creo que no se va a ir nunca. 
Se que tengo que pensar que viviste 86 años, que es un montón... Que no sufriste demasiado, que viviste a tu manera, que siempre hiciste lo que quisiste, que fuiste feliz, que te pude disfrutar por muchos años y vos también a mi.... Pero todo eso no quita que vaya a extrañarte mucho.

Espero que estés en un lugar mejor que este. Que estés tranquila, en paz, como se supone que deberías estar. Espero que nos cuides y nos guíes desde allá. Que nos ayudes a no estar tan tristes y a recordarte con una sonrisa. Espero que te me aparezcas, cada tanto, en algún sueño, y que me mandes alguna señal que me haga sentirte cerca. Y espero, también que te hayas encontrado con el abuelo Rocco, el gran amor de tu vida. Me consuela saber que quizás estén juntos en algún lindo lugar.


Gracias, Nonna.
Te quiero para siempre.








domingo, 1 de julio de 2018

Poder decir adiós es crecer.




Este sería mi primer post del año. Malisimo, porque ya pasamos casi la mitad. La realidad es que fueron meses atareados y la vorágine del día a día me deja poco tiempo para hacer cosas como escribir. Pero hoy realmente lo necesito.

Desde hace un tiempo siento la necesidad de cambiar de trabajo. 
Amo lo que hago: Trabajo en un jardín, me faltan pocas materias para recibirme de profesora de nivel inicial (más conocido socialmente como maestra jardinera, pero el titulo  real sería el anterior mencionado). Trabajar con niños es lo más lindo del mundo. Verlos crecer, aprender, interactuar, experimentar el mundo y brindarles herramientas para ello, es algo que me gratifica y que estoy contenta de poder hacer. Pero, obviamente, trabajar con niños requiere de una GRAN responsabilidad, de un equipo directivo que acompañe, que cree un ambiente agradable y seguro, y de compañeras que tiren para el mismo lado, cada una con su personalidad, por supuesto. Esto es lo que siento que falta en mi lugar de trabajo. 
Hace ya dos años y medio que estoy en este lugar. Aprendí muchísimo, viví muchas situaciones enriquecedoras, algunas hermosas y otras no tanto, pero estoy feliz de haber pasado por esta experiencia. Pero siento que ahora necesito otra cosa. No es justo sentirme tan desbordada mientras trabajo, en un ambiente malo, sin nadie en quien apoyarse. No es justo sentirme como un objeto, al que mueven de acá para allá sin importarles nada. No es justo salir del trabajo con un nudo en la garganta y al rato largarme a llorar. No soy una persona de lágrima fácil: Cuando lloro, es porque hay algo en mi vida que REALMENTE me está haciendo mal. Por qué seguir sufriendo? 
Ah, cierto: Estamos pasando por un momento de mierda en el país (espero que quien esté leyendo esto no haya votado a Macri) y el ámbito económico es el más afectado. Todo está muy mal. Con tanta gente quedándose sin trabajo, yo que lo tengo, cómo voy a renunciar?, pensaba hasta hace no mucho tiempo. Pero si, creo que, a pesar de todo, llegó el momento. Aún nadie de mi trabajo lo sabe. Quizás se sorprendan cuando se los cuente. Quizás no. Pero yo me iré tranquila: Di todo lo que podía dar y más. 
Esta no es una decisión fácil de tomar, para nada, especialmente porque me quedo sin trabajo y no tengo certezas de cuando podré conseguir otro. Esto me aterra y es lo que estuvo evitando por mucho tiempo que tomara la decisión de renunciar. Todo es incertidumbre. Pero se supone que uno tiene que aprender de sus "errores" y de las experiencias de la vida. Y si hay algo que aprendí estos últimos años, es que el bienestar emocional y mental está primero. Antes que el dinero, antes que todo. Salir angustiada del trabajo todos los días no es signo de bienestar, claramente. Y no lo vale. Realmente no lo vale. 
No se que me espera ahora, Siento que estoy saltando hacia un abismo en el que no se que me voy a encontrar. Pero como dice el gran Gustavo Cerati: Poder decir adiós es crecer. Y yo quiero crecer, avanzar, buscar nuevas experiencias, y un futuro mejor. Y pondré todo mi esfuerzo para que así sea. 

Después de todo... El que no arriesga, no gana